Como una tierna madre con su piel arrugada,
donde empieza la Patria, altiva y olvidada,
la provincia lojana, en las mismas fronteras,
se duerme y se despierta siempre entre cordilleras.
Con mi guitarra al hombro, me gusta recorrerla,
con toda la extensión de la misma palabra…
Salgo de Vilcambamba y antes de mi partida,
Con un baño en el río, me prolongo la vida.
Me compro en Malacatos un tanque de aguardiente,
de sabor exquisito y de olor penetrante,
buquet de caña pura, óptima calidad,
y a mi paso por Loja me bebo la mitad.
Un poncho y una jerga llevo de Saraguro,
para este largo viaje que inicio sin apuro.
Me regreso hacia el sur por el mismo camino
y para el Catamayo enrumbo mi destino.
Alzando la cabeza, con su verdoso traje,
erguido el Villonaco, me desea un buen viaje.
La cecina y las yucas me esperan en La Toma
y una promesa trunca en la cruz de la loma.
Con una hermosa criolla de labios celestiales,
me pierdo dulcemente por los cañaverales.
Y luego en Catacocha, me brindan un manjar:
maní con bocadillos, gratos al paladar.
Desde el Shiriculapo mi corazón se aferra,
a los bellos paisajes tan propios de esa tierra.
A una lidia de gallos asisto en Cariamanga
y admiro un gallo fino del valle de Casanga….
Amanezco cantando al imponente Ahuaca,
cosas que desde el fondo mi corazón las saca.
Una grata sorpresa en mi mente se cruza,
y es porque me doy cuenta que estoy en Amaluza.
Me sirve en un instante, con el hambre de un reo,
un exquisito plato de alverjas con guineo.
Arribo a Macará y a mi llegada espero
el abrazo afectuoso del amigo sincero.
Después se arma la fiesta y asoman presurosas,
como ángeles del cielo, mujeres primorosas.
Pido un seco de chivo, con arroz macareño
y un barril de cerveza me tomo con empeño.
Para seguir gozando de esta dieta tan rica,
arepas de maíz me ofrecen en Celica.
Hasta el río Puyango, llego desde Alamor
para lavar la tristeza que me dejó un amor.
Tomo un café caliente, producto del lugar
y luego un aguardiente que es bueno para olvidar.
En Sozoranga curo para siempre mis males,
porque ahí existen muchas plantas medicinales:
Pa’l vientre canchalagua y para el mal de amores,
agua de chuquiragua, recetan los doctores.
Aquí cuentan que a veces, en algunos rincones,
en su caballo pinto, asoma Nahúm Briones.
Dos hermosas alforjas en Gonzanamá adquiero,
porque lo que hay en mi alama, pasar a ellas prefiero;
cargo en unas alegrías, en la otra meto penas,
no sé cuál pesa más, pero las dos van llenas.
Y termino mi viaje, llegando a Zapotillo,
debajo de una palma, fumando un cigarrillo,
cosechado y envuelto por la gente de acá,
que generosa siempre, todo lo bueno da.
Agradezco a la vida por haberme permitido,
nacer en esta tierra, sin haberlo advertido.
Aquí tras la montaña se oculta la ternura
y en cada pueblo habita una amistad muy pura.
Gracias por ser el dueño de todos los paisajes,
de todos los caminos que transito en mis viajes;
por tener la alegría de vivir con mi gente
y poder compartir su mesa alegremente.
Después de recorrer mi provincia querida,
salgo con mucha fuerza para afrontar la vida;
y cuando por el mundo me encuentro un nuevo amigo,
de esos con los que puedo compartir pan y abrigo,
de entrego con cariño firmemente mi mano
y orgulloso le digo que soy lojano.
Reencuentro
2 respuestas a «Reencuentro»
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Por fin encontré al autor de esta canción que escuché hace algún tiempo, gracias por el aporte. Saludos desde Cariamanga
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Saludos Ángel <3
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