Otro día más, la misma rutina de siempre, un día de esos te das cuenta que el tiempo ha pasado y sigues en el mismo lugar de siempre. Sigues teniéndole miedo a las despedidas y sigues con la certeza de que no existen finales felices. Sigues esperando y desesperando. Los días se convierten en calabozos y en las noches mueres sin saberlo. Sabes que estás tan vacío por dentro que solo de pensarlo te da vértigo. Sabes que no has conseguido nada ni a nadie que te haga sonreír como si el mundo no doliese. Escribes, cierras los ojos, borras lo escrito, respiras, vuelves a escribir, vuelves a borrar, vuelves a sufrir. Pones alarmas, no puedes dormir. Cuando deberías estar durmiendo, piensas y repiensas y te preguntas ¿por qué? y ¿hasta cuándo? Despiertas, la gente te mira, sonríes, ¿Qué sabrán ellos de lo que sientes por dentro? ¿Qué sabrán de tus ganas de mandar al carajo todos esos sueños caducados y que ahora solo te dan dolor de cabeza? ¿Cómo sabrán que ese brillo de tu mirada no son ilusiones sino lágrimas que nunca derramaste? Esas lágrimas que contuviste para que la gente no sepa que sufres, que te duele en lo más profundo de tu ser. Gritos envasados al vacío, a tú vacío. Pones tu playlist suena Summertime Sadness, subes el volumen. Tratas de llorar, no puedes. Piensas: “Quizá mañana todo será mejor” pero no. Mañana seguiré aquí, seguiré siendo la misma persona, las misma coordenadas de un mapa en el que no sé encontrarme. Para mi así es la vida, como un concurso de ver quién muere mejor, más rápido o algo parecido. Siento que nos precipitamos demasiado al intentar ser algo que no lograremos ser. A sonreír cuando nos disparan y a decir: “no me dolió”. A maquillarnos, a disfrazarnos y a quedarnos muy quietos cuando lo único que queremos es salir corriendo. A que se nos queden los “te quiero” en la punta de la lengua y terminen desangrándonos por dentro, solo por la maldita manía de no expresar nuestros sentimientos. Así no vamos a ninguna parte.
Yo solo quería decir que lo más cerca que he estado de vivir fue aquella vez en la que dándole las primeras caladas a mi primer porro de marihuana me atraganté con el humo o aquella vez en que saliendo del cine luego de ver Thor: The Dark World lo besé por última vez. Es triste que pueda llamarle vida a eso y no a todo lo demás. Ojalá venga algo o alguien, que me haga ver el mundo de otra manera, que me haga vivir.
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